Bosques

En los bosques vivían aquellos que quedaban al margen de la sociedad, como los bandoleros y los perseguidos por la ley, los eremitas y los sabios peligrosos. Y en el folklore popular encontramos los hombres salvajes, los cambiaformas, los monstruos cubiertos de pelo, las bestias feroces como el oso, el rey de la Europa antigua. En tiempos remotos el bosque ejercía una atracción-repulsión en el imaginario popular, era aquel lugar opuesto al aparente orden salvífico de pueblos y ciudades, donde sólo se adentraban el carbonero, el leñador o el cazador. En el mundo actual, en el que la mayoría de la gente vive en grandes ciudades y en el que quedan tan pocos bosques maduros, sin antropización, el bosque es hoy más que nunca un lugar tan mal entendido como idealizado, en el que proyectar un sinfín de atributos redentores y benéficos, muy alejado del bosque peligroso de antaño.  

En cualquier caso, pocos espacios como el bosque, tal vez ninguno, ocupan un lugar tan preeminente en leyendas y relatos de todo tipo. Con personajes malévolos como la bruja de Hansel y Gretel y el lobo de Caperucita Roja, pero también bienhechores, como la hija mágica de los ogros o el oso blanco Valemon. Sin embargo, en el bosque todo se reviste de ambigüedad, es un lugar de encrucijadas en el que las fronteras se disuelven y los caminos se pierden. Aquello que en un momento es benéfico al siguiente puede resultar maléfico, como la Madre Holle que resuena con potencias de divinidad, y la vieja Baba Yagá, uno de los personajes más fascinantes del folklore europeo.